Últimamente no paramos de escuchar noticias sobre el metaverso, la revolución de los NFT’s y la descentralización de internet hacia un marco más justo para el usuario otorgándole el control sus datos. Antes de que todo esto venga para quedarse, en el equipo tenemos una duda ¿hemos conseguido abordar el desafío de saber quién está detrás de cada perfil digital? Se torna difícil devolver esa autoría si no verificamos primero quién se esconde tras ese avatar tan espectacular y aún más importante, si ese usuario es quién dice ser.

 

 

En la vida real ese hueco ya está cubierto. Si Pepito Pérez quiere realizar una gestión que requiera de identificación con su DNI puede hacerlo sin trabas. En caso de que cometa un acto fraudulento sus huellas y varias pruebas que le apuntan directamente pueden vincularle como autor de los hechos ¿Ocurre de la misma forma en el mundo digital? No exactamente.

 

La cara oculta digital de un ciudadano ejemplar

Imaginemos que Pepito Pérez ahora transformado con el alias XFakeX decide registrar en Blockchain una serie de obras digitales que no le pertenecen. Como es avispado abre una wallet que no requiere de un chequeo de identidad. Abre un perfil en un marketplace, comienza a subir obras como si no hubiera un mañana, las pone a la venta por un puñado de criptos y voilà! Ya puede comprarse una casita virtual en los Meta-Hamptons. ¿Puede hacerlo? Puede y se está haciendo.

 

 

Sin alarmar a nadie es algo que veíamos venir a lo Lawrence de Arabia: de lejos y a cámara lenta. Pero si aún no hay un marco jurídico que obligue a chequear la identidad de un perfil a la hora de entrar en varios terrenos de internet ¿Cómo vamos a darle la autoría de la obra a su dueño de forma digital si no podemos primero verificar su identidad?

 

OpenSea y su ejercicio de transparencia

OpenSea es una de las mayores galerías de arte digital donde el usuario tiene la capacidad de exponer su obra en la plataforma registrándola de forma gratuita como NFT en Ethereum. Así puede vender su obra sin intermediarios imponiendo sus condiciones y trazar el recorrido de la misma una vez se haya producido la venta.

 

 

Aunque dicho intercambio se haga por parte de dos desconocidos un Smart Contract se encarga de que los acuerdos se ejecuten de forma automática. El problema de si las condiciones de venta o no se cumplen es un ejercicio que lleva resuelto varios años gracias a Blockchain. Ese no es el mayor reto al que se enfrenta la tecnología, si no uno que no se vio venir o prefirió solventarse sobre la marcha depende de cómo se mire.

Esta tecnología nació para ser testigo y juez al mismo tiempo pero para ser lo más justa posible en la determinación de un hecho ocurrido dentro de su registro, todos los participantes actúan bajo un ID que enmascara su identidad real además de un complejo sistema de algoritmos de consenso a través de PoW, PoS, etc. que dejaremos para otros posts más técnicos.

 

 

En resumen, nadie sabe quién es quién dentro de las redes públicas de Blockchain salvo que los dueños hayan decido publicar su identidad de motu proprio. Algo que Pepito Pérez A.K.A XFakeX nunca haría si fuera medianamente listo y quisiera cometer actos fraudulentos en la red.

El problema es que hay muchos Pepitos por el mundo, alrededor de un 80% si los cuantificamos en la propia OpenSea, datos vertidos por los dueños de la plataforma en un ejercicio de máxima transparencia tras recibir varias quejas de usuarios que precipitaron el siguiente comunicado en forma de tweet:

 

 

La demostración práctica de lo que hace el ser humano amparado bajo una máscara digital donde se demuestra que el primero que llega se lo agencia. Vuelta a la casilla de salida y a tener la desconfianza del público para adoptar una tecnología que os aseguramos resuelve más problemas de los que genera.

 

Registrar un NFT en Blockchain: un juego de niños

No tiene mayor ciencia. Es tan fácil como abrirse una wallet en Metamask, coger una aplicación cualquiera que registre tu obra en una Blockchain pública como Bitcoin, Ethereum, Solana, etc. y ya lo tienes. Pero volviendo al punto inicial ¿cómo sé yo que esa obra te pertenece en primera instancia y no estás incurriendo en un delito fraudulento? Y en caso de que sea así y me la hayas colado ¿cómo te vinculo a una identidad real?

 

 

KYC ¿Eres quién dices ser?

Desde que las cripto dieran un salto cualitativo y dejaran de ser consideradas papel de Monopoly, los principales servicios de exchange tuvieron que vincular las wallets con una identidad real del usuario que las opera. Herramientas como KYC (Know Your Costumer) son de obligado cumplimiento si se produce un intercambio de divisas.

Sin embargo aunque efectivo en la práctica, no soluciona el problema inicial hasta que todos los entornos digitales (incluidos redes sociales) dejen operar a sus usuarios bajo el amparo del anonimato. Sin embargo es el poder del anonimato el que hace que Blockchain verifique bloques sin cuestionarse marcos ético-morales dentro de la red. No hay sujetos de interpretación en Blockchain algo ES o NO ES.

 

 

De esta forma Blockchain nos muestra QUÉ se ha registrado, CUÁNDO y QUIÉN (bajo pseudónimo) lo ha llevado a cabo. Sin embargo a falta de un KYC que lo vincule nunca podremos conocer la identidad real de ese usuario y por tanto, aunque tengamos el rastro completo de todo lo que pase una vez se haya creado ese NFT, no podremos conocer quién está detrás de esa obra.

Otro factor añadido son leyes tan estrictas de protección de datos como la europea (GDPR) que nos impiden publicar la identidad real de un sujeto a la vista de todos, lo que tampoco ayuda al desarrollo de un marco legal que pueda vincular fácilmente autor-obra, así que en esta nueva era de descentralización seguimos necesitando de intermediarios que irremediablemente tiendan puentes entre ambos mundos.

 

¿Quién verifica al verificador?

Un dilema que lejos de ser novedoso ya viene arrastrando la sociedad desde que Sócrates le diera la vuelta a su discípulo Platón en la Grecia clásica. Si la red es distribuida y no opera bajo ningún mando central, sin embargo es una soberanía central la que determina el uso correcto de dicha tecnología para poder funcionar dentro de un marco legal incorporando así verificadores dentro de la ecuación ¿quién custodia esos datos?

 

 

Blockchain actúa según la respuesta de Platón “ellos se cuidarán a si mismos”. Así es, el usuario de la wallet es el único responsable de la misma tanto, que en caso de olvidar las contraseñas de acceso su contenido se vuelve inaccesible. Para siempre. No hay plan B.

Este ejemplo no ayuda a la adopción de masas. Imagina que se te olvida la contraseña de tu cuenta bancaria y la entidad no te proporciona una vía alternativa para poder recuperar el acceso. Poca broma.

Un socavón tan grande no puede dejarse sin cubrir y es por ello que se tornan más que necesarias plataformas que nos proporcionen una ID vinculada a nuestro yo real pero que cumplan con unos mínimos legales que puedan dejarnos operar en la red de forma privada con garantías de que si algo grave pasa, la ley pueda protegernos o castigarnos. Como en la vida misma.

 

 

 

¿Qué hace falta para poner todo esto en marcha?

Un protocolo estándar, es decir que la codificación de la identidad del usuario se haga de acuerdo a una metodología común a todos. Por ahora estamos en modo sandbox (entorno de pruebas)

Formas de codificar datos muchas y variadas pero poner de acuerdo a toda la comunidad Europea para que pueda operar dentro del mismo marco jurídico requiere tiempo. En este punto ya trabajó Alastria ID,  seleccionado como marco de referencia para sentar las bases de la identidad digital descentralizada con la posibilidad de que el usuario recuperara el control de todos sus perfiles en la red a cambio de vincular su identidad real con su yo digital. Y todo ello utilizando la tecnología Blockchain para garantizar la privacidad de toda esa información y la autogestión soberana de sus datos.

 

 

 

En otras palabras, si creías haber vendido tu alma al diablo en internet durante los últimos 15 años, es posible que tecnologías como Blockchain te devuelvan el control de tu perfil y por tanto, la determinación de quién tiene o dejar de tener tus datos. Recuerda siempre la máxima de que si el producto es gratis, es porque el producto en realidad eres tú.

 

¿Y mientras? ¿qué hacemos?

Malabares o cómo muchos expertos dentro del derecho están haciendo “legal por diseño”. Hasta que llegue el paraguas que nos ampare a todos, vamos a tener que seguir resguardándonos de la lluvia con lo que tengamos a mano. También podemos generar casos de uso para ayudar a las autoridades con ejemplos que en un futuro sirvan de precedentes.

Un reto que ya se ha puesto en marcha desde el EBSI (European Blockchain Services Infrastructure) a través de una llamada a las empresas en su apoyo a la aplicación del marco Europeo de Identidad Digital y la aplicación de un sistema unitario para sentar las bases de un reglamento digital único.

Es un camino más largo claro está, pues diseñar fórmulas para aplicar y llegar al mismo resultado puede haber muchas, algo así como todos los caminos llevan a Roma pero depende de dónde vengas el trayecto será diferente.